18 julio 2007

Sin palabras

(Escrito el último domingo)



Realmente no tengo nada que decir. Una vez lo dije todo, y quisieron cachetearme. Quizás estuve equivocado, pero hasta ahora sigo pensando tercamente que yo tuve la razón. Luego descubrí que tenía más cosas por decir, pero no volví a atreverme, pues ni si quiera se dieron cuenta de que yo estaba allí presente.


Hoy me tiembla el cachete izquierdo sin saber porqué. Es algo así como si las palabras se hubiesen acumulado durante mucho tiempo dentro de mi boca, y tuviese todas las ganas de soltarlas, de escupir todo, pero la lengua está haragana y teme ser atacada. De alguna forma, frente a esto prefiere dormitar, y al realizarse todo este conflicto, no sucede más que un temblor en mi rostro.

Y luego las puertas de mi alma, ya no eligen que desean ver, se fijan concentrados en un solo objetivo, y la sien duele de tanto forcejear con uno mismo por esta decisión involuntaria, y la mano se queja de tanto aguantar el peso del mentón.

Y pasados los pocos meses, yo seguía vagando por ahí, tratando todo por ser notado, con las ideas aún en la mente, y la voluntad para decirlas latentes en el corazón. Pero ya no servían de nada, mi cuerpo rebozaba de resignación.

Miradas como cuchillos, centellas preciosas del pasado, hoy filudos y mortíferos. Lo peor es que estas miradas las hacía yo mismo, o talvez todos, o talvez nadie, quien sabe. Realmente siempre les temí, debe ser por eso que siempre trataba de someter al mismo miedo al resto, para tratar de encubrir mi inseguridad con esta treta barata, ya que no se me permitía por las palabras. Y vaya que a todos les afectaba, y les provocaba pavor, ¡A todos! Pero con aquella criatura en la que siempre se refugió mi debilidad, nunca pudo suceder. Tenía características que me hacían palidecer. Y de rato en rato, tan solo me encantaba tiritar con su dulce presencia, tan tierna y perversa a la vez. Finalmente terminaría siendo nefasta.

Ahora me doy cuenta que la mitad de lo que creía en ese entonces carecía de sentido, hoy veo que ya nada de lo que se dibuja en mi mente lo tiene. Es algo triste, pero de vez en cuando, entre tanto eslabón oxidado, se forman cadenas de ideas muy extrañas que se convierten en algo muy lindo. Lástima que ya no tenga razón alguna para tratar de pronunciar ni si quiera una sílaba.
Realmente nunca tuve nada que decir. Siempre debí quedarme callado.


(15/07/07) 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bastante personal, profundo, intenso. Es como un conjunto de sentmientos, emociones muy tuyas .Yo pienso que alguna vez nos hemos sentimos asi, como cuando aquel hombre de niño dibujo una serpiente comiendoce un elefante y nadie le entendía y le decían que era un sombrero, simplemente olvidó su sueño de pintar para crecer y hacerse un hombre. En un futuro talvés nos reiremos de lo que pensamos y fuimos, simples rebeldes que se borran con el tiempo y el cansancio. Es de los mejores textos que te he leído y creo que esto es muy tuyo, cuando leo algo que escribes, te puedo percibir, es como si fueras tu. El dormitar en clase lo compensa, no?

Anónimo dijo...

yo simplemente no hablé y ahora es muy tarde.

Y bailarás sobre mi tumba

Fui concebido entre libros y cadáveres y un etetoscopio fue mi primer walkman.

Siendo el único No Médico
no tuve más
reparo que
dedicarme a escribir...