Luna del alba

A pesar de las previas advertencias sobre el triste y oscuro cielo Paulista, presencio un amanecer como ningún otro y de alguna forma, puedo volver a sentir.

Hace tanto tiempo que no me refugiaba en algo tan sencillo. Es magnífico, nada de cielos sin cielo, ni colchones grisáceos como en la capital limeña; y vaya que es ambiguo dadas las similitudes que guardan una ciudad con la otra, y a la vez gran contraste el que se crea ante la comparación.

Equis colores surgen en el horizonte desde las copas de los árboles hasta el culminante tono oscuro. No podría afirmar donde empieza lo uno y culmina lo siguiente, pero sobre todo esto, reposa una coloración lila casi hipnotizante y más que por su encanto, por lo que contiene. En ella está reposando la luna del alba.

De no ser por ella, juraría que contemplo un atardecer con el sol ya extinto. Pero no, allí está, tan intensa como a la medianoche, con su contorno tan perfecto y marcado, como nunca se vio en algún cielo trujillano a esas horas. Brillando, tan solo brillando.

***

Todos duermen aquí en el bus del mágico y misterioso tour, que más bien parece salido de un parque jurásico por la edad de los pasajeros, siendo yo la excepción. Todos duermen. Parece que se perpetuaran en su edad y quedaran en ese estado de manera perenne, mientras yo me explayo y me rehúso a envejecer.

Mientras tanto, Sinatra canta acompañando mi soledad perruna que contempla a la hermosura en tiempo real, y no puede complementar mejor el momento con el estribillo de Fly me to the moon, justo ahora que está tan esplendida y todo lo ilumina, a pesar de ser de día.

Todo parece haber desaparecido, no puedo oír los ronquidos, ni mi propia respiración. Solo está Frank, mi ser minimizado y ella. Está tan cerca a pesar de la distancia, y me invita a pasear a su alrededor. Solo faltaría algo más para que sea perfecto, pero al parecer frustraste mi vuelta por el universo.

Sao Paulo 
(20/07/08)