06 noviembre 2012

Presencia

Hacía años que la Doncella de York había muerto, sin embargo eso no implicó que aquella tarde Sir Franzigard viviera uno de los momentos más profundos como nunca antes lo hizo en su desdichada vida.


Fue la tormenta más fuerte que jamás se vio en todo Yorkshire. Los truenos resonaban sin cesar. El agua caía a chaparrón y las criadas apuradas sacaban sus cazuelas para poder captar el agua dulce de la manera en que pudieran. Sir Franzigard estaba seguro que a pesar de la nostalgia y los dudosos recuerdos, era la primera vez que llovía tanto desde que la doncella se marchó. 

El cielo se había hecho negro en plena tarde y fue allí  cuando cayó en cuenta que a pesar que los robles y castaños rechinaban sus ramas con el caer del aguacero, y el tremendo relampaguear asustaba a los bebés que sollozaban sin cesar, en aquel momento nada sonaba más fuerte que el intenso latido de su viejo corazón.

Un sinfín de rosas blancas era arrastrado por una corriente de aire y Sir Franzigard supo que era ella quien le hablaba. Le hablaba a través del agua que caía estrepitosamente, le hablaba a través del fortísimo viento. La doncella había vuelto a la vida, y pese a las lágrimas, sus palabras no eran más un lamento.



A orillas del Rió Momón, Loreto
(01/11/2012)

1 comentario:

TS dijo...

yeeh! Juan Carlos ha escrito :)
Prefiero leerte con más calma, pronto mi comentario postlectura. Siga escribiendo.

Y bailarás sobre mi tumba

Fui concebido entre libros y cadáveres y un etetoscopio fue mi primer walkman.

Siendo el único No Médico
no tuve más
reparo que
dedicarme a escribir...