Temía abrir los ojos y encontrarla abriendo los suyos.
Estaba nervioso y deseoso.
Alguien pateaba un golazo dentro de su pecho.
Miles de almas coreaban y saltaban dentro del estadio de su abierto corazón.
Vibraciones, barras bravas, emociones a todo galopar.
Un temblor solo interno.
Lamentablemente aquel momento no sería sempiterno.
Le era tan grato, tan dulce, tan rico. Pero finalmente se detuvo.
- Que feeeo va a ser cuando te marches - Ella dijo.
- Juré que dirías "Que feeeo... besas".
No lo dijo, pero tampoco lo refutó.
Y fue el último beso que le dio.
Virú
(08/02/13)
1 comentario:
Es reconfortante entrar meses después y saber que sigues escribiendo.
Nunca olvidaré esa vez que leí sobre tu chica de las copias.
Saludos, Juanca.
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