Esencia

Siempre recordaré su excitante aroma a ron y a no sé que más. No es que haya sido una ebria empedernida, sino que su fragancia natural mezclada con el perfume que siempre usaba, hacían que su piel emanase un hipnotizante olor similar al aguardiente pero mucho más delicioso. Esta mixtura salida de otro mundo simplemente me enloquecía y alimentaba increíblemente mi éxtasis en cada encuentro fortuito.

Pasó el tiempo y nunca volví a sentir esa única fragancia que tanto aumentaba mi apetito sexual. No sé si se le acabó la colonia y dejé de verla por aquel nimio hecho, tan solo recuerdo que nada nunca más volvió a ser igual.

Tras los años continué mi vida en busca del olor perfecto. Jadié resoplando junto a nuevos cuellos y mis labios recorrieron muchos hombros vírgenes. Exploré así distintas fragancias, descubriendo y redescubriendo nuevos aromas. Muchos eran exóticos, otros demasiado dulzones, cada uno con cierta particularidad que hacía especial cada encuentro con la dama de turno que tocase, sin embargo ninguno se le acercaba en lo más mínimo a la más cercana perfección a la que alguna vez me sometí: aquella fragancia misteriosa.

Cierto día, mientras paseaba por el Parque de los Cerezos, mi privilegiada nariz detectó algo inaudito. Era un olor peculiar que no estaba muy lejos y que exquisitamente, me era conocido. Era la fragancia que tanto placer me había dado en el pasado y que por fin había vuelto a percibir sin habérmelo propuesto. No sabía exactamente de dónde provenía, pero adentrándome en el corazón del vasto parque, el aroma y mis grandes ansias, se hacían cada vez más intensas.

Así fue como en medio de muchos arbustos y árboles, encontré una banca de madera. En esta se encontraba una niña no tan niña que seguramente bordeaba la mayoría de edad y a su lado, una bolsa con alpiste. Junto a la banca, un pequeño conjunto de palomas comía con ganas lo que ella les había proporcionado. Aquella imagen sería muy común en cualquier parque de la ciudad y por un momento dudé lo que mi mejor sentido había captado. Me acerqué a ella y fue cuando noté que en sus manos había nada más que una bolsa de caramelos de licor que ella degustaba mientras le sonreía al sol.

Caramelos de licor. Ese era el misterio de mis sensaciones encontradas y ahora estaban frente a mí, portando la misma fragancia que me volvía loco. Mi paciencia me hizo ser cauteloso. – Hola, realmente me ha sorprendido encontrar a alguien en esta parte del parque. – Hola, sí, este sitio es lo suficientemente callado para poder estar en paz con uno mismo. Además, hoy hay un sol hermoso. Dijo mientras se comía uno de los caramelos de la bolsa y se chupaba los dedos de una manera inconscientemente sensual. – Sí, me parece un lugar genial. Por cierto, veo que disfrutas esos caramelos con mucho afán. – Sí, estos caramelos me fascinan, tienen un sabor y un olor riquísimo. – Eso se nota, ¿te molestaría si me das uno? – Claro que no, pero justo acabo de comerme el último, lo siento mucho. Y con esas palabras llenas de inocencia, mi paciencia estalló.

Un grito hizo que la última paloma que quedaba junto a la banca alzara vuelo espantada. No desde muy lejos, lo único que se oyó fue el rumor de un forcejeo, mientras tanto, una exquisita fragancia entre ron y cerezas se esparcía entre los árboles.

(28/01/09)
Nota del autor: Primer texto escrito íntegramente el 2009