Los campos de arroz eran bañados por un furioso sol que todo lo enardecía, solo allí debajo de los aún verdes platanares había algo de fresco. El celeste cielo nunca estuvo más hermoso y Julieta, la dulce niña de mi corazón nunca estuvo tan serena, tan sublime. No sé como pude ser tan malvado para arrancarle la inocencia.
Nunca pensé que lo haríamos en la camioneta del establo, allí, aparcada en medio de los arrozales donde no había ni una sombra. El intenso calor solo encendía aún más nuestros cuerpos que empapados en sudor maltrataban el desgastado asiento trasero de la vieja Chevrolet en la que llevaba las canteras de leche.
Ella no soltó ni un solo gemido a pesar del profundo dolor. Solo esbozaba una leve sonrisa como susurrando un perdón. Pero no había nada que perdonar. El calor de su cuerpo, su aliento, su interno sol, solo animaban más mis ganas, mi loca intención.
Tras minutos de goce nos encontró el patrón. Venía con Don Rigoberto, el capataz, padre de Julieta.
No volví a verla nunca más, se aseguraron de eso...
Me arrancaron los ojos.
(06/11/2012)
3 comentarios:
Si para este texto tendría que elegir un soundtrack sería "crazy" de aerosmith.
yo lo leí cuando estaba en borrador xD
Que fuerte el final, no me lo esperaba.
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