10 enero 2013

Paris

Desde que dejé el Charles de Gaulle aquella mañana de otoño hace cuatro años, La vie en Rose no dejó de sonar en mi cabeza acompañándome a cada segundo en mi nueva vida parisina.

Solía caminar junto al Senna y oir los acordeones sonando dulcemente. Las parejas se besaban sin pudor alguno en las calles, siendo un acto para nada indecente. Aquí simplemente, no le importaba la gente. La torre Eiffel se imponía y desde lejos manifestaba su majestuosidad en el centro de esta maravillosa ciudad. Sin embargo, lo más hermoso siempre fue la Noche Estrellada, que cada vez, al salir del Les Deux Moulins ya pasada la medianoche, abrigaba mis sueños y enardecía mi locura con su grandeza.



Era nuestro sitio favorito. No sé que le ponían al café que nos estimulaba tanto. Antes de darnos cuenta, eramos una más de esas parejas que compartían su desvergonzado acto amoroso bajo los astros de la ciudad luz.

Pero todo eso se acabó una mañana de enero. La vida dejó de ser rosa y los acordeones terminaron su canción en mi maravilloso mundo. Un terrible vacío desgarraba mi alma y la profunda decepción me invitaba a dejar el exilio.

Las noches en Paris no volvieron a ser las mismas.

Las estrellas se apagaron desde que ella se fue.


Virú 
(09/01/2013)

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Fui concebido entre libros y cadáveres y un etetoscopio fue mi primer walkman.

Siendo el único No Médico
no tuve más
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dedicarme a escribir...