
Tortícolis
Más de medio año, tiempo valiosísimo en el que anduviste dando vueltas en tu propio radio y vagabas sin rumbo, dentro de ti mismo. Meses en los que tu mirada estupefacta se quedaba observando el vacío, pues no necesitabas de ojos para sentir lo que querías visualizar. Y las imágenes bailaban creando un espectáculo en tu mente que quizás en otras circunstancias te llevarían a disfrutar del deleite. Lamentablemente, ahora no se vive esa situación.
De pronto alguien viene, pero llama tu atención en lo más mínimo; sin embargo, te atrae con trucos baratos y te señala un letrero olvidado que tiene unas letras muy difíciles de descifrar. Te acercas con miedo y te vas dando cuenta, que eso no es sino tu epitafio. El epitafio que marcará tu destino si no te das cuenta que la vida es muy corta, y a la vez es muy larga y lo que te suceda ahora, no será nada mañana, pues quizás un segundo de lo acontecido sea importantísimo ahora, pero por el resto de la eternidad no será nada, a menos de que tu mismo, y no por otros, logres que se enmarque en un lienzo eterno.
De pronto volteas, miras al sujeto que te indicó el camino, y no vez a nadie. En su lugar, a lo lejos solo se acerca una sombra, a lo lejos. Una sombra que conforme se acerca va tomando forma, y descubres que aquel, eres tú, tu yo más vigoroso, tu yo más feliz, tu yo… pasado. Y aquel que creías ser tu yo presente, desaparece y ahora eres otra persona. De la nada todo lo vivido se ha esfumado, al igual que tu sombra que no era más que una ilusión emocional. Por lo visto no fuiste ni lo uno ni lo otro, tan solo una crisis existencial, que se mantenía en coma, separada de la establecida, otro distinto tipo de borrón en la lista, nada más que otra de las pequeñas jugarretas de Diosito.
Y así como se marchó el ayer, las ganas de querer recordarlo se mantienen y tu estado agónico del presente se resiste a abandonarte, impidiéndote voltear la página. Eres como un espíritu galopante entre las puertas de dos mundos distintos, que no sabe si ir por la puerta de enfrente, o mantenerse en el umbral de la puerta trasera.
De pronto te volteas, y todas las imágenes que creíste haber visto, pues no eran más sino ilusiones. Pues una mirada inexpresiva, obviamente no dice nada, se mantiene con ese aire estólido durante toda su prolongación, sin embargo a su vez dice mucho, y hiere más aun.
Son tantas las palabras que no caben en un papel, son tantas las emociones, que hacen falta mil vidas para vivirlas todas. Son tantas las decepciones que desearías no vivir más. Pero de pronto volteas el cuello, el dolor se asienta y te das cuenta que en realidad nadie te está haciendo caso.
(08/06/07)
1 comentario:
no quiero voltear!:(
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