Monólogo II: Momentos

Uno hace que las cosas ocurran, sin embargo aún sigo creyendo que de vez en cuando suele llover goma de mascar del cielo. A veces las cosas se dan de manera incierta, a veces no. Pero el sistema funciona de ese modo, la concepción de los momentos es simple e instantánea.

Llega un día y sin darnos cuenta surge el momento de empezar a vivir de nuevo. Dejar de lado las noches que lloré como un niño pequeño, encerrado y escondido, teniendo la puerta con llave y las luces encendidas.

Es momento de emprender un buen viaje estelar. No hay necesidad de hacer maletas. Cada segundo es una nueva oportunidad y comienza así la situación perfecta para coger las estrellas desde la puerta del autobús y sentir el vapor del aliento de dios en las ventanas del vehículo.

También hay momentos incongruentes, aquellos que nacen de hechos inauditos como el de la existencia de la pollería a la vuelta del gimnasio, donde suele estar el usual grupo de gorditas que ya pasaron los cuarenta y que por lo menos dos veces por semana retroalimentan las calorías que tras mucho sufrimiento quemaron, media hora antes.

Y dejando de lado las incongruencias, hay momentos mucho más interesantes en los que puedo tomar un café, reír a borbotones y sentir maremotos en el estómago a causa de andar enamorado, a pesar de que no me gusta el café, detesto las bromas y no estoy enamorado.

Sin embargo, mi momento favorito siempre será al dar una vuelta por el universo. Son esas las horas de evitar una mirada que interrumpa la partida, una sonrisa que flaquee la determinación y de dar ese beso que no se repetirá jamás.

(08/02/09)