02 octubre 2010

La chica de las copias

Eran aún las 9 de la noche y me subí al primer taxi que pasó. Era un día feriado y necesitaba con urgencia encontrar una maldita fotocopiadora antes de llegar al estudio.
- Hey! Allí, en esa esquina! - Dije estirando mi mano sobre el hombro del conductor y señalando una tienda con rejas que decía: COPIAS.

El taxista frenó justo a la altura de la puerta del lugar, y me cobró un precio enorme. Tanto fue mi apuro, que ni si quiera me molesté en regatear.

Entré y desde que pisé los primeros centímetros cuadrados del recinto la vi. No había nada despampanante ni fuera de este mundo en su imagen. Más bien todo lo contrario, era algo muy propio de aquí, era una dama con una belleza natural: Era la chica de las copias.
Sin titubear, y sin despegar mi mirada de sus fascinantes ojos negros, le dije:

- Nueve juegos ¿por favor?

Tomó los papeles sin decir nada, sin embargo verla desde el otro lado de mostrador ya era suficiente para mí. Era algo cercano a un acto de voyeurismo, sin embargo esto no tenía nada de morbo. Bastaba ver como le quitaba las grapas al juego original de papeles y los fotocopiaba de uno en uno, para quedarme totalmente perplejo.


Conforme iba copiando los papeles, los colocaba en el mostrador. Yo estaba tan cerca a ella y a la vez tan lejos de ser alguien trascendente en su vida. Esa impotencia solo generó que dijera algo estúpido.

- Disculpa, ¿no tienes una engrapadora?

¡Era obvio que tenía una! Me la alcanzó como si nada, al parecer yo no le causaba mayor interés, pero, ¡demonios! ¿Por qué no dije algo mejor?

Finalmente dejó todos los papeles sobre el mostrador, sin embargo estos no estaban agrupados como el juego original, sino entre grupos de páginas clonadas. Comencé a ordenar los papeles, pues me percaté que me ganaba el reloj, pero el apuro y la impotencia, solo hicieron que desordenara más las hojas, de las cuales ya se habían caído un par al suelo.

- Disculpa, ¿podrías darme una mano?
- ¿Qué has hecho? Jajaja – rió coquetamente, tomando los papeles y revisando el orden verdadero.
- No me gustan las risas – dije con el orgullo emergente y muy avergonzado.
- No te gustan las risas, pero sí que te gustan cuando tú eres él que ríe, ¿verdad?

No sé que hubo en su voz, no sé que hubo en sus ojos, pero noté tanta malicia y hostilidad en esas últimas palabras que huí de la fotocopiadora sin importarme el desorden de los documentos y sin haber dicho gracias.

A la mañana siguiente, volví a pasar por aquella tienda donde sacaban copias pues el apuro de la noche anterior me hizo irme sin haber pagado. Esperaba pedirle disculpas a la chica de las copias y tal vez volver a realizar un mejor intento; pero cuando llegué, las cosas fueron diferentes.

No había tienda, no había fotocopiadora, no había nadie. Ante mí solo había una pared de ladrillos con una pinta que decía: PROIBIDO VOTAR BASURA.

(30/04/2009)

4 comentarios:

Sheyla Tacure dijo...

...era la chica de la cabañita? xD

Solange dijo...

¡ESA ES!
que sucede con tus personajes que siempre desexiten sus oportunidades.. ah?
me encanta

J. Gamaliel dijo...

Excelente final! Me dejó perplejo! Más bien ahora iré más seguido a las fotocopiadoras, puede que también me encuentra con una que me deje igual!

Unknown dijo...

te he dicho q no comas tanto en las noches, sueñas cosas raras! =P

Tmb extrañarteeeeeee *-*

Y bailarás sobre mi tumba

Fui concebido entre libros y cadáveres y un etetoscopio fue mi primer walkman.

Siendo el único No Médico
no tuve más
reparo que
dedicarme a escribir...