27 enero 2013

El tren

A pesar de llevar tres horas sentado en el tren, el cúmulo de pensamientos que abordaba su cabeza le había hecho olvidar que aquella noche era noche vieja. El reloj marcaba las once y ya todos se habían bajado en la estación de Leipzig. Aparentemente no había ni un alma más en el vagón.

No había mayor sonido que el de las ruedas sobre los rieles, y juraba que se encontraba solo y pasaría el año nuevo viajando en un lúgubre tren, hasta que unos fuertes ronquidos lo alertaron de que él no era el único en la sala. Un anciano de mirada melancólica dormía plácidamente junto a la ventana de emergencia. Su escaso pelo cano y las arrugas de su rostro mostraban los vestigios de muchas batallas libradas en las guerras de la vida. Emanaba un aura mística, y a pesar de la soledad, prefirió no molestarlo.



Se limitó a observarlo calladamente. Su chaqueta estaba echa jirones y entre los brazos atesoraba una bolsa de papel que contenía solo Dios sabe qué. Nunca supo cuanto tiempo lo estuvo contemplando, cuando sin previo aviso, el vetusto hombre abrió los ojos y lo miró fijamente y mientras esbozaba una extraña sonrisa, se levantó de su asiento. Trató de desviar la mirada pero fue demasiado tarde. El anciano ya había ocupado el asiento que se encontraba frente a él.

- Disculpe si lo ofendí por mirarlo mientras dormía. Pasa que no hay nadie más aquí...
- Estuve dormido pero sentí tu presencia y no pude evitar notar que llevas muchas heridas en el corazón, muchacho.
- Yo... yo solo busco empezar una vida nueva. «empezar desde cero, en un nuevo lugar.»
- ¿Y por eso te diriges a Budapest? Vaya ciudad para encontrar nuevas oportunidades.
- Mañana es año nuevo. «Es la mejor oportunidad que tengo para empezar desde cero, ¿qué sabes tú, viejo idiota?»
- En diez minutos lo será. No sé qué es lo que te haya ocurrido ni que fechorías habrás hecho, pero si quieres empezar desde cero, tendrás que sepultar todo eso. Ven aquí, empecemos las celebraciones. 

Abrió la bolsa de papel que llevaba entre los brazos y sacó una botella empolvada. A pesar de su edad, el movimiento de sus manos era limpio y sin temblores, y tras descorcharla, la alzó en el aire en señal de brindis.

- Por tu nueva vida
- Yo no bebo. - Le dijo con un atisbo de desconfianza. «Mucho menos de la botella de un desconocido»
- Si vas a comenzar una nueva vida, por lo menos debes atreverte a probar nuevas cosas y vivir ciertos riesgos. Esto es solo un poco de Bikavér. Cuando llegues a Hungría lo tendrás por todos lados.

El reloj justo marcó las doce y el anciano se echó un largo trago, tras el cual se limpió la boca con la manga de la chaqueta y le tendió la botella.

- No es solo tu nueva vida. Es un nuevo año, muchacho.

No le quedó más que aceptar el trago. Faltaban aún cinco horas para llegar a Budapest y por cinco horas más tendría que soportar al viejo. A través de las ventanas del vagón se veía una oscura noche blanca, y el presagio de un incierto porvenir lo mantenía intranquilo.

Pasaron las horas, y poco a poco fue maravillándose con las historias del viejo. Nunca le preguntó su nombre, y él tampoco le dijo el suyo; pero allí lo sentía, como un viejo amigo al cuál debió buscar hace varios lustros. La botella del tinto hace mucho se había terminado, y cuando ya empezaba a amanecer, el viejo soltó un bufido.

- En unos minutos cruzaremos esa puerta y tú y yo no volveremos a vernos nunca, pero créeme que a pesar de eso, jamás te olvidarás de mí.

Y nunca lo olvidó.


(27/01/2013)

1 comentario:

Unknown dijo...

Me gustó. Reclamaré mis derechos de autor JC

Y bailarás sobre mi tumba

Fui concebido entre libros y cadáveres y un etetoscopio fue mi primer walkman.

Siendo el único No Médico
no tuve más
reparo que
dedicarme a escribir...