13 mayo 2014

Coeur fermé

Para el Gato Francés G.S.

Gerardo disfrutaba hablar con los muertos. No era una costumbre habitual, pero cuando la tarde y la soledad se lo permitían, caminaba con parsimonia hasta el cementerio Miraflores y se mezclaba entre los bosques de cemento y de piedra. Era mucho mejor si la tarde coincidía con los días jueves, no había una razón en particular para considerarlos los días más solemnes. Una vez en el panteón, se fundía entre el silencio y el humo de tabaco que emanaba de sus labios. Tocando cada lápida con la palma de su mano intimaba con aquellos a quienes nunca conoció, pero con quienes siempre podía contar para ser escuchado.


Pocos sabían de esa extraña costumbre. Gerardo era un chico gracioso y sociable; nadie pensaría que exteriorizaba sus más íntimos sentimientos y añoranzas con cadáveres que hace mucho se habían vuelto polvo. Él ni si quiera tenía necesidad de buscar esta catarsis pues era muy unido a ciertas personas, mas le era inevitable; hablarle a los muertos le resultaba muy reconfortante. 

Sin embargo, pasaron cerca de tres meses en los cuales no caminó ninguna de sus tardes hacia el cementerio. Para el mes de mayo sus muertos ya lo habían empezado a extrañar. La razón era una sola: Camila. Se habían conocido en la facultad. Gerardo la había observado desde el primer día de clases de aquel semestre. El solo mirarla superaba a cualquier tertulia con la gente muerta. 

Uno de esos días la pudo abordar gracias a su sentido del humor y a los ratos de ocio en los que ella despertó su interés por la adivinación y la quiromancia. -Vengo de una familia de gitanos, si deseas yo te puedo leer las manos. No tenía ni la más mínima idea de lo que estaba por hacer, pero lo hizo. Tomó su mano izquierda y la contempló con tal sabiduría como si fuese descendiente de la tribu de Melquíades, y ya que la farsa no podía ser más larga solo apuntó a decir. - ¿Sabes lo que dice? Pues... pues, que tú vas a estar conmigo.

Ella solo atinó a reírse y soltar su mano, sin embargo a las pocas semanas ya caminaba de la suya. Él la solía enamorar con sus bromas graciosas y serenatas, pero lo que más le encantaba eran las inesperadas frases poéticas que lanzaba incluso solo para verse después de clases. - Te espero aún en la séptima casa de la oscuridad, en el hospicio de mi gaveta, en tu inexistencia y mi esperanza, mi dama lunar. Camila sonreía y se maravillaba. No sabía que solo eran letras mezcladas de Daniel F.

Nada impidió que Gerardo se enamorase perdidamente. Era un amor tan profundo que parecía que nada lo rompería, pero ella lo hizo. Las bromas y canciones resultaron ser solo algo superficial en ella y no faltó mucho para que perdiese el interés y dejara al pobre con sus frases poéticas flotando en un charco de melancolía. 

La tristeza era tan grande que tras intentar de todo por borrarla de su mente por fin pudo acordarse de los muertos y decidió buscar refugio en el cuartel de sus olvidados. Esperó a que sea jueves y no acudió con parsimonia sino con un paso veloz producto de su desesperación. El silencio reinaba en los bosques de cemento y de piedra y el humo empezaba a brotar de sus labios, pero solo cuando se cansó de tocar una y otra vez las frías lápidas y arrojar con desprecio los cigarrillos que le quedaban, comprendió finalmente que esta vez los muertos ya no le responderían.

(13/05/2014)

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Y bailarás sobre mi tumba

Fui concebido entre libros y cadáveres y un etetoscopio fue mi primer walkman.

Siendo el único No Médico
no tuve más
reparo que
dedicarme a escribir...