Una bestia incontrolable se había apoderado de su corazón. Solo tenía siete años, ¿por qué permitir tanto daño? Tanto daño...
Un corazón
de piedra, eso era lo que tenía ahora. Creció con esa forma, creció con ese fondo. Hoy es un obscuro y sanguinario ser.
La rutina la camufla: mentiras en
la cena, noticias
angustiantes; todo consume su claroscuro y grisáceo cabello, mientras en el plato se enfría un pejerrey empanizado.
Dos hermanos muertos, un esposo preso. Un puñado de
sal y lágrimas hechas polvo. Sonrisas falsas la envenenan en
medio de una balada interrumpida.
Tetas caídas. Muchas vidas. Todas idas y venidas. Un rostro sin rostro, un alma sin pena. Hombres y mujeres, casos suicidas. Ahora solo queda una botella
en la cama... medio vacía,
medio lacrada.
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