Era como si un sol a medio ponerse se fijara permanentemente en el cielo para irradiar su luz, generando las sombras adecuadas sobre las cosas adecuadas.
Eran tardes de familia, de visitar a los abuelos. Momentos donde no faltaban los abrazos, algún postre azucarado o una taza de café. Eran largas y breves a la vez, pues en aquellos momentos parecía que el domingo era inacabable y la jornada resultaba sumamente agotadora. Pero ahora pienso lo cortas que fueron, y como no fueron suficientes.
Ya no quedan abuelos que visitar y las tardes amarillas, medio anaranjadas solo traen chispazos de nostalgia, de recuerdos y vacío.
Sin embargo, esta tarde de domingo por fin se terminó de poner el sol.
(13/03/16)
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