Monólogo I: Placeres

Las cosas más simples y sencillas son las más gratificantes de la vida. No soy el primero que lo dice.

El oler una rosa, luego, tocar el timbre de una puerta donde te abre tu amada y al abrazarla, olfatear el aroma de sus cabellos que opaca el olor natural de la rosa que tienes en la espalda para dársela; está entre esas cosas sencillas y sin importancia que llenan un momento de gozo en la vida de uno.

Ver el cuerpo de un cerdo sin vida, colgando de una horca es igual de sencillo y sin importancia. Ver a un carnicero tomar una de sus piernas con la mano, y con la otra, sostener el cuchillo firmemente y hacerle un corte preciso y efectivo que va descuartizándolo rápidamente, es quizás igual de gratificante para alguien con pensamientos distintos a los nuestros. Es por eso que el placer es subjetivo, y relativo. Es por eso que el Hedonismo es tan malinterpretado. Es por eso que existen los masoquistas. Es por eso que existe la diversidad de algo que se llama todo, en todos los aspectos.

Ver a un carnicero con el cuchillo; tal cual cirujano experto con el bisturí, a punto de cortar esa carne rosada, es como ser testigo de un prodigio que ejecuta su oficio sin problemas y con la mayor seguridad del mundo. Las diferencias solo se basan en 10 años de continuo estudio, unos cuantos cartones, y que la víctima/paciente, en el primer caso es un animal sin vida, en el segundo, un humano muriendo por vivir, siendo así en la mayoría de oportunidades, claro.

Quizás para un tercero sentir la fragancia de las rosas o la de su amada, o ver al carnicero realizar su acto ritual no sea nada placentero. Quizás para un tercero no hay nada mejor en la vida que cerrar los ojos, y tratar de percibir con los oídos todos los sonidos que ofrece el ambiente en el que se encuentra postrado en aquel momento. Quizás el cri cri de los grillos en una noche silenciosa lo haga sentir orgasmos infinitos, o el execrable ruido del trafico, las bocinas y los gritos de los vendedores ambulantes en una avenida, no sean tan execrables para este.

Nadie sabe plenamente como satisfacer placenteramente a alguien hasta que lo conoce totalmente. Aquello también es una utopía pues para poder saber todo lo que siente y pasa por la cabeza de alguien más, se necesitarían mínimo 2 vidas, la tuya y la de este individuo a satisfacer.

Si no sabes como hacerlo, al menos trata. Buscar las cosas menos esperadas, más ocurrentes y más extravagantes incluso puede ser la solución, sin embargo lo sencillo siempre primará. Hoy en la mañana me compré un helado de 50 céntimos, no contaba con más, ni tampoco necesitaba más, pero por un instante entre los millones de almas que habitan este planeta, me sentí la persona más feliz del mundo.

(17/12/07)