Perfecta

Tan solo habían pasado treinta y cuatro minutos desde que comenzó el día, y abrí los ojos. Todo el calor del ambiente había hecho que me desprendiera de todos los cobertores que mi cama poseía. Por otro lado, una inmensa sed hizo que bajara a la cocina por un vaso de algo que pudiera saciarla.

Pero en la cocina, me quedé más rato del que pensé. Bebiendo un vaso interminable de Coca Cola, empezé a escribir estas palabras sobre el papel.

La noche anterior conocí a la mujer perfecta. Sí, vaya que lo hice. Lo que más me cautivó de ella fueron quizá sus ojos, tan magna fue aquella visión, que no encuentro las palabras correctas para poder describirla. Su cabello ensortijado era de un color negro que tenía vida propia, y adornaba su rostro de tal forma que hacía un preciso contraste con su blanca piel, me fascinaba. Sus labios rojos y carnosos eran como los guardianes de una sonrisa que no pude llegar a visualizar por causas del maldito destino, y su nariz respingada, era como un punto de equilibrio en medio de tanta belleza.

Su figura se movía en medio de la noche, y de esa forma, era la mujer perfecta. Perfecta hasta que abrió la boca para hablar. Nunca se calló.
¿Las mujeres que hablan son las peores que hay? No lo sé, no lo creo, pienso que un solo defecto es demasiado poco para calificarlas como tales, pero da igual.

Fue la mujer perfecta por unos instantes perfectos, donde yo me sentía perfecto, contemplándola. Perfecta, si le mocharan la lengua.

Y la verdad es que creo que nunca conocí a tal mujer. Solo la imaginé o la soñé… quizás solo la oí y por eso quedé traumatizado con su habla. El punto es que ya no queda Coca Cola en mi vaso, ni mujeres perfectas a quienes contemplar mientras el silencio de la noche reina.

(04/01/08)