05 julio 2013

La chica de la carretilla (I)

La conocí una tarde de primavera. 
Yo tan comprometido, ella soltera.

Su pequeña carretilla se asoleaba siempre a pocos metros de la entrada a la plantación. Yo me había quedado sin almuerzo y ella tan gentil, me preparó un puchero.

Señorita, en verdad se lo agradezco.
No tiene porqué, nadie debería regresar a trabajar con el estomago vacío. Dijo con un acento exótico.

No había nada espectacular en ella. No era lo que se dice hermosa, pero tampoco era fea. Era una mujer joven que poseía una belleza sencillamente ordinaria. Pero había algo distinto en su persona, tenía una amabilidad y una mirada tierna que me hizo sonreír.

No eres de por aquí, cierto? Ese acento es de la selva..
Soy del Oriente, pero vivo aquí hace tres años.
- Yo tampoco soy de aquí, así que somos dos forasteros.


***

Ya iban a ser cinco meses de no ver a Consuelo. Dos semanas después de que me marché, me escribió preocupada pues se le había retrasado el periodo. Un mes después estaba confirmado: traía consigo un retoño: mi retoño. No me quedó otra alternativa. Solo debía trabajar y trabajar para poder llegar con la bolsa llena de retorno a Chérrepe y darle aunque sea alguito a Conchito para la crianza del niño.

Tenía una ilusión tremenda por regresar y besarla en la pancita. Escuchar las pataditas del bebé lo sería todo. El trabajo estaba siendo agotador y en la plantación nos explotaban, pero el poder llegar y ver a mi familia lo valía. Sin embargo, ocurrió algo que no vi venir.

Florencia. Así se llamaba. Los días pasaron y yo continué saliendo a almorzar en su carretilla. A pesar de la felicidad que me esperaba en casa, una inexplicable razón lograba que durante las comidas mi nostalgia se reduzca y mis deseos por regresar se apaciguaran.



Nunca comprendí cómo pude ser tan débil. Tras tres semanas comiendo de sus manos ella ya era dueña de mí. Pasaron los meses y las cartas desde el norte se juntaron sobre mi escaparate sin sí quiera haber sido abiertas. Vivía una locura desenfrenada en la que nunca supe como me vi envuelto, aunque en el fondo, siempre lo supe. 

(Continuará)

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Y bailarás sobre mi tumba

Fui concebido entre libros y cadáveres y un etetoscopio fue mi primer walkman.

Siendo el único No Médico
no tuve más
reparo que
dedicarme a escribir...